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Dinero Verde Finanzas Sostenibles

El dinero es verde

Archivos mensuales: octubre 2021

«Cuestionarnos permanentemente cuál es el propósito del dinero genera tantas frustraciones como reflexiones posibles. Sin embargo, hay una evidencia simple pero profundamente transformadora: hoy el dinero es más verde que nunca».

(*) Por Marta González-Moro, CEO de 21gramos e impulsora de Marcas con Valores.

Cierra los ojos. Piensa en un fajo de billetes. ¿Qué color tiene? Tu imaginación, condicionada por décadas de cine norteamericano, presumiblemente te haya hecho pensar en un maletín lleno de dólares de un vistoso color verde. Aunque, a este lado del Atlántico, la llegada del euro introdujo la variedad cromática en nuestras carteras, el verde es por excelencia el color del dinero, como rezaba el título de la película de Martin Scorsese. Pero, si el dinero siempre ha sido de ese color –o, al menos, desde el siglo XVIII, cuando las tintas para evitar las falsificaciones lo tiñeron de verde–, hoy podemos decir que lo es más que nunca.

Mi experiencia personal de estos últimos tiempos, en los que la docencia en materia de sostenibilidad me ocupa cada día más horas, me dice que, en función de la audiencia, la incorporación de los criterios sociales y medioambientales en los modelos de negocio o en los hábitos de consumo se interpretan –o, peor aún, se enjuician– como maquiavélicos o inalcanzables para el común de los gestores empresariales, y como falsos y engorrosos para el ciudadano de a pie.

A la hora de abordar el binomio formado entre empresas y emergencia climática, la retórica habitual suele ofrecer posiciones entre dos puntos polarizados que van desde el negocio ético hasta el ecoblanqueo o greenwashing, un eje ético-moralista simplificado en la nueva religión del propósito o en la denostación basada en la desconfianza, sea esta merecida o fruto de un prejuicio. Nos obsesiona cuestionarnos los porqués y nos ofuscamos en la búsqueda de una coherencia ética como unidad de medida para otorgar no ya legitimidad, sino veracidad, a la trazabilidad del relato corporativo que pone en valor el desempeño sostenible de las organizaciones.

Pero los datos son los datos: financiar o invertir en proyectos sostenibles es más rentable para los agentes financieros, y esto genera un efecto dominó en todo el mundo empresarial. Según el estudio La Inversión Sostenible y Responsable en España 2020 elaborado por Spainsif, la inversión sostenible y responsable (ISR) alcanzó los 285.454 millones de euros gestionados en España durante el ejercicio de 2019, un crecimiento histórico del 36 % respecto al año anterior. Ese dato no es más que la constatación de que las finanzas sostenibles se encuentran en un momento de expansión plena, una noticia fantástica para el futuro global. Aunque su impulso es considerable, su aceleración es más necesaria que nunca: según los propios cálculos de Spainsif, para cumplir lo marcado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible se necesitaría una inversión entre los cinco y los siete billones de dólares, y apenas se están consiguiendo tres billones.

Los fondos Next Generation lanzados por la Unión Europea para la recuperación económica tras la pandemia pueden suponer una nueva inyección –en forma de 140.000 millones de euros– para transformar la economía española en clave de sostenibilidad, y las inversiones socialmente responsables son la pieza clave para hacerlo, ayudando a crear un sistema capaz de recuperarse mejor y más rápido de las crisis que vendrán. Las gestoras lo saben: en España, según un estudio realizado por el Observatorio Inverco, el 65 % de las gestoras cuenta con fondos que siguen criterios de sostenibilidad y un 29 % está en proceso de construirlos, por lo que nueve de cada diez de ellas pronto podrán ofrecerlos a sus partícipes.

«Financiar o invertir en proyectos sostenibles es más rentable para los agentes financieros, y esto genera un efecto dominó en todo el mundo empresarial»

Precisamente los fondos de inversión son un buen indicador de que la transformación ha llegado. BlackRock, el más importante del mundo, con un volumen de inversión equivalente al PIB de Japón y Francia juntos, ha comenzado a tomar medidas drásticas. Hace años que su líder,  Larry Fink –cuya famosa carta anual a los CEO es un referente incuestionable para todo el sector financiero- avisa de la necesidad de incorporar la sostenibilidad a la mirada financiera, el pasado mes de julio la compañía pasaba a la acción: castigó a medio centenar de empresas por no progresar frente al riesgo climático, y anunció que incrementaría su vigilancia en más de doscientas de ellas. Con este gesto, da un importante golpe en la mesa que demuestra su disposición, por ejemplo, a votar en contra cuando no se cumpla lo establecido en la divulgación de la información relativa a la sostenibilidad, un toque de atención muy relevante para las compañías y sobre el sector financiero en su conjunto, sobre los que BlackRock ejerce una enorme influencia.

Más allá de los grandes y pequeños fondos de inversión, las propias empresas también son conscientes de ese reverdecer de las finanzas. Según lo recogido en Repensar, escuchar, colaborar: informe sobre reporting, sostenibilidad y transparencia de las marcas>, el último informe que elaboramos desde 21gramos junto al Foro de Marcas Renombradas Españolas, nueve de cada diez consultados opinan que los inversores solicitan, cada vez más, conocer los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo que poseen las empresas; y la misma proporción cree que integrar los criterios ASG ha supuesto un beneficio para conseguir financiación en mejores condiciones.

Con todo ello, ya sabemos cuánto cuesta frenar el cambio climático –o, al menos, cuánto deberíamos invertir en ello–. También comenzamos a saber el precio que tendremos que pagar si no lo hacemos. Un ejemplo práctico: hace apenas una semanas, el diario El País recogía las declaraciones de José María Carulla, director general de Marsh, el corredor de seguros y asesor de riesgos líder en el mundo, que advertía del encarecimiento de las pólizas por cuestiones relacionadas con el clima. «Cuatro de los cinco mayores riesgos futuros para las aseguradoras están relacionados con el medio ambiente. Ningún país se puede escapar del problema del cambio climático que ya está castigando las cuentas de resultados del sector asegurador; por lo que tendrán que elevar los precios de las pólizas para compensar esta situación», sostenía.

Cómo actuar para paliar las consecuencias de la emergencia climática que ya sentimos en nuestra piel y en nuestra cartera es uno de los retos más acuciantes a los que nos enfrentamos como sociedad. Cambiar los comportamientos individuales es importante, apostar por una regulación eficiente que impulse y acelere el cambio es crucial, construir alianzas cooperativas o poner la tecnología al servicio de la innovación social es imprescindible… Pero transformar las finanzas es impactar directamente en el corazón del sistema económico tal y como lo conocemos hasta hoy o, simplemente, reconectarlo con su verde esencia.

Cop26

Cambio climático: del dicho al hecho (y ya es urgente hacer)

cop26

Archivos mensuales: octubre 2021

Por el equipo de consultoría en sostenibilidad de 21gramos.

En el contexto económico y sanitario actual, rediseñar el modelo de producción y consumo puede parecer una locura, pero no dejará de ser necesario: por mucho que se postergue la tarea, cada vez será más apremiante acometerla.

Hace unos años, cuando hablábamos sobre el cambio climático se planteaban posibles soluciones para prevenirlo, pero ahora, cuando la ciencia indica que eso es ya inevitable, no queda otra opción que pensar alternativas para mitigar los efectos que ya van a acompañarnos durante la próxima era.

Como cualquier problema de índole global, el cambio climático tiene una dimensión poliédrica y unas raíces profundas en el sistema económico que resulta preciso conocer para poder diseñar una estrategia planetaria que integre las necesidades y expectativas de todos los países y agentes involucrados.

Memoria histórica del carbono

Según datos del  OWID,  hasta mediados del siglo XX las emisiones  de CO2 a nivel global estaban dominadas por Europa y Estados Unidos: en 1900 más del 90% de las emisiones se producían en ambas zonas, y aún durante 1950 suponían el 85% del total mundial.

Podríamos aventurarnos a decir que los países del mal llamado primer mundo hemos establecido las reglas de una economía y hábitos de vida cimentados en un sistema industrial destructivo, que durante el último siglo ha consumido incontables recursos naturales y generado emisiones que destruyen nuestra biosfera.

Actualmente el 63% de las emisiones globales provienen de los países denominados «en vías de desarrollo», con un nivel de ingresos bajos a medianos altos, que buscan poder lograr también la prosperidad económica siguiendo las actuales reglas del juego asentadas por el resto de países.  Debido a esto, cuando las instituciones europeas, cada vez más conscientes del problema, impulsan debates públicos para introducir cambios en el sistema, encuentran la resistencia de estos países, que no disponen del margen de maniobra necesario para implementarlos.

Las posibles alternativas para la mitigación del ya palpable cambio climático deben integrar, por tanto, un enfoque sistémico que cambie las reglas para un juego limpio en el acceso al progreso ético de las sociedades industriales modernas.

La cumbre más escarpada

Del 1 al 12 de noviembre próximos se celebrará en Glasgow la vigésimo sexta conferencia de las partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas contra el cambio climático, la COP26. Una cita prevista para 2020, el año cero de la Década de la Acción, donde debían haberse sentado las bases para segurar que se cumplían los compromisos aceptados en París en 2015. En este primer año de la década, no solo es aún mayor la necesidad de afianzarlos, sino que necesariamente han de plantearse en el nuevo contexto mundial  –social y económico– dibujado por la pandemia de coronavirus que pospuso la cita climática.

Mirando hacia atrás, aunque es cierto que no todas las cumbres han respondido a las expectativas, vemos un camino jalonado de obstáculos que incluye, sin embargo, muchos pequeños pasitos hacia adelante que nos sirven para encarar la nueva cita con optimismo y ambición.

Los próximos avances

La Unión Europea se ha erigido en líder de la acción climática, generando la legislación más innovadora y más estricta, pero no exenta de polémica. Aún falta por avanzar en otros aspectos clave: es preciso tomar medidas para evitar la fuga de carbono e impedir que las emisiones se trasladen a otros lugares del mundo, llevándose consigo empleos y conocimiento; es necesario articular un mercado de carbono global, donde todos los actores protagonistas desempeñen su papel con reglas homogéneas; es imprescindible pilotar una transición justa, que no equitativa, donde aporten más quienes tengan mayor capacidad para hacerlo.  Por último, que no menos importante, es urgente llegar a un acuerdo sobre la neutralidad tecnológica, definiendo qué significa, qué supone y, sobre todo, en qué medida puede ser un criterio eficiente para la transición; o si, por el contrario, puede dificultar que se tomen decisiones disruptivas.

Por el momento, a través de la reciente Ley Europea del Clima y el paquete Objetivo 55, además de la Ley española de cambio climático y transición energética, se han puesto ya sobre el calendario algunos hitos que ofrecen algo de certidumbre en este panorama tan complejo, aunque muchos sean todavía propuestas.

En amarillo, hitos climáticos previstos en España; en azul, a nivel europeo. Fuente: Bruegel. Fuente: Ley 7/2021, de 20 de mayo, de Cambio Climático y Transición Energética.

En el contexto económico y sanitario actual, rediseñar el modelo de producción y consumo puede parecer una locura, pero no dejará de ser necesario: por mucho que se postergue la tarea, cada vez será más urgente acometerla. Este es el mejor momento para tomar las decisiones valientes que el planeta necesita e intentar evitar que en el medio plazo se agraven los episodios meteorológicos extremos, para empezar a generar una conciencia colectiva que lo impulse.

Si necesitas asesoramiento para saber cómo incluir las cuestiones relacionadas con el cambio climático en tu organización, contacta con nosotros. Somos expertos en sostenibilidad.

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