Por Elena González del Pino, consultora de ESG y medición de impacto de 21gramos.
Reinventar el capitalismo pasa por la inversión de impacto para luchar contra las desigualdades, pero también requiere de un extra de compromiso y esperanza para creer que otro sistema es posible. Esas son algunas de las conclusiones del GSG Global Impact Summit 2023.
«Estamos en un punto de no retorno, de cambio del modelo empresarial, en el que gobiernos, las principales instituciones financieras mundiales y sociedad en general, se están alineando entorno al concepto del impacto, de modo que, en unos años, la empresa que no tenga el impacto social y medioambiental en el centro de su estrategia sencillamente no existirá». Este es el augurio de Sir Ronald Cohen, fundador del GSG (Global Steering Group for Impact Investment) y padre de la inversión de impacto, y la razón por la que más de 1.000 personas de casi setenta países nos reunimos en Málaga los primeros días de octubre para celebrar la GSG Global Impact Summit 2023 y conmemorar su décimo aniversario.
Para el evento, GSG fue capaz de congregar a decenas de personas de perfiles muy diversos: representantes de las fundaciones más potentes del mundo, activistas venidos desde África, delegados de los grandes bancos de desarrollo, agencias, consultoras, organismos públicos, académicos, gestoras de activos, fondos de impacto… Y también al consejero delegado de CaixaBank y al presidente de Iberdrola como representantes de las grandes empresas españolas. La clave de su gran poder de convocatoria: tener la firme voluntad de «reinventar juntos el capitalismo para que toda la gente viva mejores vidas».
Una continua y urgente llamada a la acción fue el hilo conductor de la cumbre, donde se urgió a movilizar capital hacia inversiones que tengan un impacto social mensurable, beneficiando a las personas y al planeta, sin renunciar a un retorno económico. Un necesario impulso adicional a la filantropía, a las organizaciones sin ánimo de lucro y a los fondos públicos.
El pistoletazo de salida lo dio Juan Bernal, presidente de SpainNAB y CEO de Caixabank Asset Management, citando a Jorge Luis Borges –«el futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer»–, eso sí, con matices de las palabras de María Zambrano: «No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero».
Un mundo en policrisis
Aunque en sus diferentes sesiones y workshops la cumbre ofrecía más de cuarenta oportunidades de profundizar en su lema –innovar, escalar, impactar–, uno de los mensajes más repetidos del evento fue la necesidad ineludible de reinventar el capitalismo: asistimos a las crisis gemelas (twin crises), el incremento de las desigualdades y el cambio climático. Ahora se suma la crisis de la democracia.
En esa línea, la conversación de Sir Ronald Cohen con Martin Wolf, Chief Economics Commentator del Financial Times, lanzó una serie de preguntas y reflexiones que resonarían a lo largo de la cumbre. En los últimos 35 años, ha habido diversos cambios fundamentales en la economía, la tecnología, la globalización que han generado también grandes desigualdades sociales que, en última instancia, han sido creadas por el capitalismo. Como resultado, la riqueza se ha concentrado en lo más alto de la pirámide: la horquilla entre el salario medio de un consejero delegado respecto a un operario ha pasado de estar 40 veces por encima a encontrarse hoy en más de 300.
Para él, este fallo económico está dando lugar a un fallo político y al auge del populismo. Aristóteles advertía que, si queremos una democracia estable, necesitamos una clase media relevante, por lo que es necesario reavivar el sentimiento de ciudadanía o, como sostuvieron los ponentes, construir una economía en la que todos se beneficien más equitativamente. ¿Quieren realmente los gobiernos redistribuir la riqueza? ¿Puede la ciudadanía reparar el capitalismo? Un ejemplo: #makemymoneymatter, una campaña impulsada por personas que lucha por un mundo en el que todos sepamos adónde va el dinero de nuestras pensiones y dónde podamos exigir que se invierta para construir un futuro mejor.
Lenguaje, transparencia y verificación
Para cambiar el ADN del capitalismo y pasar a uno de Impacto, necesitamos, en primer lugar, tener un lenguaje común y utilizarlo, llegar a utilizar este nuevo idioma como hablantes nativos. Las taxonomías en Europa en materia ESG y, por la parte de impacto, la labor del Impact Management Platform (IMP), plataforma de colaboración entre los principales proveedores de estándares, marcos y orientaciones internacionales, son importantes recursos para ponernos manos a la obra.
En segundo lugar, necesitamos un reporting a nivel mundial que otorgue la mayor transparencia y verificabilidad posible. En ello está el Consejo Internacional de Normas de Sostenibilidad (ISSB) y sus primeras normas de divulgación publicadas en verano, conocidas como IFRS S1 e IFRS S2. La S1, la gramática de este nuevo lenguaje, desglosa los requisitos generales para la divulgación de información financiera relacionada con la Sostenibilidad, y pide informar sobre todos los riesgos y oportunidades de la empresa. La S2, Divulgaciones relacionadas con el clima, se ciñe a este ámbito y culmina su trabajo junto con el Task Force for Climate Related Financial Disclosures (TCFD).
Durante sus intervenciones, el International Foundation for Valuing Impact (IFVI) y Value Balancing Alliance mostraron sus prototipos para dar un paso más allá y monetizar impactos en los distintos capitales de la empresa o para un determinado producto. Multinacionales como Bayer o Holcim se están sometiendo de forma voluntaria a este ejercicio.
En la mesa de debate capitaneada por Jeremy Nicholls, UNDP SDG Impact Standards Assurance Lead, explicaron por qué querrían las empresas hacer este análisis: porque asumir los costes de una verificación independiente de la información de impacto/sostenibilidad garantiza la calidad de los datos, lo que acelera las buenas decisiones. Es decir, la información y la transparencia son muy importantes, pero sobre todo es imperativo pasar a la acción.
¿Qué más necesitamos?
Para conseguirlo, hay que meter en la ecuación otros elementos imprescindibles: coraje, audacia, una acción deliberada y esperanza. «Necesitamos pensar en cada barco que se hunde en el Mediterráneo, en por qué la gente abandona sus hogares y sus familias y emprende un viaje a ninguna parte… Tenemos un desequilibrio que crea una sensación de desesperanza en algunas partes del mundo», sostenía Ibukun Awosika, la recién nombrada vicepresidenta del GSG.
En su intervención, arremetía contra la inexistencia de un marco regulatorio adecuado para atraer financiación hacia la base de la pirámide. Para ella, ese es el gran elefante en la habitación. «Nunca hemos tenido el coraje ni la audacia de poner el dinero ahí. Las normas que se aplican ahora no pueden resolver los problemas. Necesitamos nuevas reglas. Necesitamos una acción deliberada. Europa no puede descansar porque África no está en reposo», subrayó.
En su intervención telemática, el ex primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, se sumó al mensaje defendiendo la inversión de impacto. «Es uno de los movimientos más interesantes e innovadores para construir un futuro más sostenible, justo y próspero», explicó. Y añadió: «Con ella le darás a la gente lo que hoy se nos escapa a la mayoría de nosotros: esperanza. Necesitamos esperanza para un mundo mejor y ustedes pueden contribuir enormemente a ello».
La cumbre terminó con esa energía unánime que une a la gran familia global de la Economía de Impacto: ganas y sonrisas compartidas fundiéndose en un compartido: «Thanks for believing enough! Time to deliver!».