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El impacto real de los fondos recaudados con la Casilla Empresa Solidaria

impacto social

Marcando la Casilla Empresa Solidaria, las empresas, sin importar su tamaño o su sector, tienen la capacidad de ser agentes de cambio y motores de la transformación social: solo en 2022, gracias a los fondos recaudados, se financiaron más de 880 proyectos a nivel estatal con impacto directo en la vida de las personas más vulnerables.

Por Paquita Sauquillo, vocal de comunicación de la Plataforma del Tercer Sector y coordinadora de la campaña de Casilla Empresa Solidaria.

La Casilla Empresa Solidaria es una de las medidas más sencillas y eficaces que tienen las empresas de nuestro país para canalizar su solidaridad, para apoyar al Tercer Sector y para contribuir a la construcción de una sociedad más justa e inclusiva. En la Plataforma del Tercer Sector somos conscientes de que, cada vez más, las empresas españolas están tomando conciencia de la importancia de contribuir al bienestar social y al desarrollo sostenible y queremos ponérselo lo más fácil posible.

Desde que conseguimos que se estableciese este mecanismo en la declaración del Impuesto de Sociedades en 2018, la Casilla Empresa Solidaria ha ido ganando reconocimiento, aumentando año tras año la recaudación obtenida a través de este mecanismo y mejorando su conocimiento y valoración entre la sociedad y el sector empresarial.

En la primera campaña en la que la medida estaba disponible, la recaudación obtenida a través de la Casilla Empresa Solidaria superó los 33 millones de euros. En 2020, aumentó hasta más de 36 y en 2021, debido al efecto de la crisis provocada por la COVID, se redujo a 31. A pesar de los desafíos económicos y las incertidumbres, muchas empresas continuaron respaldando proyectos sociales y demostrando su compromiso con la sociedad. El año pasado, en 2022, la Casilla Empresa Solidaria alcanzó su récord, superando los 43 millones de euros de recaudación.

Sin embargo, a pesar de estos avances, es importante destacar que las cantidades recaudadas hasta ahora están lejos de representar el potencial total de recursos que podrían generarse. Con una mayor participación empresarial, se pueden alcanzar cifras aún más impactantes y transformadoras. Por ello, es fundamental que más empresas se sumen a esta iniciativa y marquen la Casilla Empresa Solidaria al presentar su Impuesto de Sociedades.

La trazabilidad del impacto

Sabemos que conocer la trazabilidad, el impacto y el destino de los fondos son aspectos esenciales para las empresas a la hora de decidir marcar la Casilla Empresa Solidaria y apoyar la campaña, y desde el Tercer Sector compartimos esta inquietud e interés. Cada día apostamos por impulsar los valores de transparencia y buen gobierno, apostamos por la rendición de cuentas y la medición de impacto. Por ello, es importante insistir en que los fondos recaudados tienen un impacto real y directo en la sociedad y en el planeta. A través de la Casilla Empresa Solidaria, se financian iniciativas que buscan generar un cambio positivo en la sociedad y mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables.

La recaudación de la Casilla Empresa Solidaria es fundamental para impulsar la transición social justa. Los fondos recaudados se destinan a proyectos sociales en diferentes ámbitos como la lucha contra la pobreza y la exclusión social, la atención a personas en situación de vulnerabilidad, la promoción de la igualdad de género, la protección del medio ambiente y la promoción de la educación y el empleo. Estos proyectos tienen un impacto transformador en la vida de las personas y contribuyen a construir una sociedad más justa y equitativa. Así, en 2022, gracias a los fondos recaudados se financiaron más de 880 proyectos a nivel estatal, desarrollados por 262 entidades. Y en 2021, a nivel autonómico, se financiaron más de 6.500 proyectos sociales, desarrollado por 2.148 entidades. Estas cifras demuestran el impacto real y la capacidad transformadora de la Casilla Empresa Solidaria, su transversalidad y diversidad. Pero, sobre todo, demuestran cómo las empresas, sin importar su tamaño o su sector, tienen la capacidad de ser agentes de cambio y motores de la transformación social.

Cabe destacar que el impacto de estos proyectos sociales no se limita a las personas directamente beneficiadas, sino que también genera un efecto multiplicador en la sociedad en su conjunto. La inversión en iniciativas sociales contribuye a la creación de empleo, impulsa el desarrollo económico local y fortalece los lazos comunitarios. Con cada empresa que se involucre, se abre una puerta más al progreso social y se multiplican las oportunidades para financiar proyectos que benefician directamente a la sociedad.

Marcar la Casilla Empresa Solidaria no solo implica un apoyo financiero a proyectos sociales, sino que también demuestra el compromiso de la empresa con la comunidad y su preocupación por generar un impacto positivo en la sociedad. Es una forma concreta y efectiva de traducir ese compromiso en acciones tangibles.

En 21gramos estamos orgullosos de contribuir a impulsar la Casilla Empresa Solidaria entre el tejido empresarial en España y este año hemos colaborado en el Estudio «El impacto para las empresas para regenerar el bienestar social». 

Impacto Social

¿De qué hablamos cuando hablamos de impacto social?

impacto social

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Por Carlos Ballesteros y Beatriz Delfa Rodríguez.

Mientras que los resultados sociales son el efecto directo de una acción o proyecto, los impactos sociales se refieren a la transformación y mejora (a corto, medio y largo plazo) que se deriva de ellos.

El impacto social está de moda pero ¿realmente sabemos de qué se habla cuando tanto empresas y emprendedores como ONG y hasta la Administración lo invocan? El impacto medioambiental dispone de marcos regulatorios que facilitan su comprensión y, en ocasiones, el cumplimiento de normativas que velan por la reducción del impacto negativo sobre el medioambiente de todo tipo de acciones y que, a su vez, potencian aquellas que favorecen los impactos positivos.

De hecho, resulta relativamente sencillo conocer cuáles son los resultados e impactos de ciertas acciones. Por ejemplo: promover la descarbonización del sector energético europeo tendría como resultado un descenso de las emisiones de CO₂.

El impacto medioambiental a medio y largo plazo derivado de este resultado sería, por su parte, el control del incremento de la temperatura global del planeta. Es decir, los resultados son un efecto directo de una actividad o acción mientras que un impacto es la transformación a corto, medio y largo plazo que se deriva de ellos.

¿Impacto o resultado?

En cambio, el impacto social es un área mucho menos madura en lo que a gestión se refiere. A nivel de políticas, regulaciones y normativas, el impacto social no dispone de un reglamento regulador específico en España, sino de elementos aislados. Algunos de ellos son, por ejemplo, la regulación sobre los derechos de los trabajadores o las normativas de servicios sociales para la ciudadanía.

En el marco europeo, en la estrategia de Europa 2020, se contempla potenciar que los Estados miembro desarrollen políticas específicas para la protección e inclusión social, pero, incluso desde Europa, apenas se está comenzando a generar consenso en torno a este tema.

Otro nivel es el de la gestión del impacto social por parte de las organizaciones mediante todo tipo de acciones y proyectos. En los últimos tiempos, muchas de ellas hacen alarde de cifras que no queda claro si, bajo el cartel de impactos sociales, esconden resultados o impactos.

Numerosas páginas web de ONG destinan un espacio al impacto social generado y, sin embargo, dan cifras tan simples como el número de beneficiarios o de proyectos en ejecución. De la misma manera pasa con las empresas cuando dicen que dan empleo a cierto número de personas con discapacidad o en exclusión social y lo llaman impacto social.

En busca de un lenguaje común

El principal dolor de cabeza en esta difícil distinción es que, en cuanto al impacto social, los cambios a medio y largo plazo dependen, en algunos casos, de valoraciones de intangibles o variables que son más difíciles de medir que los grados que sube o baja la temperatura del planeta.

Entonces, quizás deberíamos llamar a las cosas por su nombre y denominarlos resultados sociales. Es decir: datos que se producen como consecuencia directa de una acción o proyecto (número de destinatarios o número de kilos de comida recaudada). Son números, a menudo espectaculares en sí mismos, pero que no explican los posibles cambios y transformaciones que hay detrás de ellos.

Así, mientras que los resultados sociales fruto de una acción o proyecto son eminentemente cuantitativos y fácilmente medibles, para medir los impactos sociales, que suponen un cambio o transformación en la vida de personas u organizaciones, debe transcurrir un tiempo mínimo entre la finalización de la acción y su medición. En ocasiones, es difícil medir los impactos generados, a no ser que empleemos técnicas cualitativas para ello.

En la búsqueda de un lenguaje común sobre el tema, el principio básico es saber diferenciar los conceptos de impacto y de resultado sociales. Después vendrán los marcos de referencia, los principios, las metodologías de medición… Más tarde vendrá el análisis de buenas prácticas.

Empezar por el principio, con propuestas para la medición y gestión del impacto social, y buscando un lenguaje común, es empezar con buen pie. Y eso es lo que se ha hecho a través del Primer Informe del laboratorio de ideas organizado por la Cátedra de Impacto Social de la Universidad Pontificia Comillas, que ha reunido a casi 50 organizaciones. Se han identificado las limitaciones y escollos a la hora de medir y gestionar el impacto, y se han recogido propuestas concretas de cómo superarlos, ahondando en conceptos y terminología básicas para construir un lenguaje común con el que poder cimentar la base del ecosistema social.The Conversation


Carlos Ballesteros, Profesor. Director de la Consultoria Social Empresarial ICADE, Universidad Pontificia Comillas y Beatriz Delfa Rodríguez, Profesora investigadora, Universidad Pontificia Comillas. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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