La situación que vivimos solo deja una certeza: la ética y la sostenibilidad son la alma mater de la necesaria reconstrucción del sistema. ¿Qué papel pueden jugar las empresas como agentes de transformación social? ¿Deja esta crisis alguna oportunidad? ¿Cómo mitigar los impactos negativos?
La crisis sanitaria global provocada por el COVID-19 ha roto todos los esquemas o, cuando menos, ha proporcionado nuevas (y renovadas) perspectivas: si hace tiempo que el común de las organizaciones, por convencimiento o por mera supervivencia, entendió la importancia de integrar la sostenibilidad en los modelos de negocio, ahora más que nunca debe entender la importancia de mostrar con hechos sus compromisos.
Es el momento de repensar, pero también y sobre todo, de actuar. De afrontar con éxito los nuevos desafíos, dando respuesta a las necesidades y exigencias de los grupos de interés: trabajadores, clientes, proveedores y todas aquellas personas y comunidades sobre las que de forma más o menos directa impacta su actividad.
Sabemos que se trata de un cometido ambicioso en un contexto de máxima incertidumbre. Pero es precisamente ese contexto –el que obliga a muchos a la paralización, impide a otros proporcionar productos o servicios y trunca el ejercicio de la competencia– lo que invita a las organizaciones a ocupar ese espacio de generación de confianza en las capacidades éticas.
Si ahora no es el momento, ¿entonces cuándo?
Hoy las empresas tienen la oportunidad de impulsar y construir una legitimidad social coherente y consistente, tanto por su capacidad de resolver problemas del entorno que las rodea como de reinventarse por dentro y adaptarse a las nuevas expectativas. Aquellas empresas que sean capaces de mantener la confianza en este momento estarán en un mejor punto de partida para hacer frente a la reconstrucción que necesariamente vendrá.
Si bien estamos a las puertas de una nueva era que exige una redefinición absoluta del sistema, no demos todo lo pasado por inválido. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible siguen constituyendo la gran hoja de ruta universal y colaborativa, un marco de actuación glocal imprescindible para acometer los colosales retos que tenemos por delante. Estos mimbres han facilitado y seguirán facilitando a muchas organizaciones articular sus modelos de negocio desde una perspectiva ética y de futuro, así como entender que el cumplimiento va más allá de lo estrictamente legal: la transparencia y la rendición de cuentas permiten poner de manifiesto la realidad de los compromisos por parte de las organizaciones y la contundencia de los hechos frente al oportunismo, mostrando la solidez de la apuesta ética.
Sobre ello reflexionamos en el último webinar formativo organizado por 21gramos y Marcas con Valores, en colaboración con B Lab Spain, que reunió ayer a más de 100 personas y cuyas conclusiones recopilamos en esta crónica. Durante el encuentro virtual, se abordaron distintas cuestiones en torno al cumplimiento de las obligaciones de reporte en el ámbito de la información no financiera en este momento clave para la sostenibilidad en las empresas.
Una perspectiva estratégica
Cobra entonces una nueva dimensión la información no financiera que las empresas difunden. En España, muchas grandes empresas están obligadas por la Ley 11/2018 (que traspone la Directiva 2014/95) a elaborar un Estado de información no financiera (EINF) incluido en su informe de gestión, sujeto a los mismos requisitos de plazos y responsabilidades de los administradores, y que requiere una verificación externa experta.
De este modo, se ha incrementado la relevancia interna de estos temas, lo que facilita en cierta medida el proceso interno de la elaboración del informe. Sin embargo, este no deja de ser complejo, al implicar a varias áreas de la empresa e introducir nuevos plazos y exigencias. Por otro lado, la emergencia sanitaria ha supuesto la suspensión de los plazos de formulación de las cuentas anuales hasta la finalización del estado de alarma, con la consiguiente extensión de los plazos para la realización de las auditorías de cuentas y para la convocatoria de las Juntas generales de accionistas. Con ello se extiende el plazo para la realización del EINF en las empresas que no hubieran formulado sus cuentas antes de la declaración de estado de alarma y les permite introducir en él temas que respondan a las expectativas actuales de sus grupos de interés.
¿Es necesario dar esta respuesta? Sí, ya que la Ley exige informar sobre aquellos aspectos donde es más probable que se materialicen los principales riesgos y, además, sobre los principales factores y tendencias que pueden afectar a la evolución futura del negocio. Por otra parte, al señalar explícitamente la obligatoriedad de tener en cuenta las directrices de la Comisión Europea y los estándares de Global Reporting Initiative, parece razonable acogerse a los criterios que estos estándares proporcionan. Entre ellos, aquellos destinados a identificar los principales impactos relacionadas con la actividad de la empresa que influyen sobre las decisiones de los grupos de interés, así como aquellos que importan a estos grupos y tienen incidencia en las decisiones de la empresa.
Es el llamado “Análisis de materialidad”, una pieza clave en la elaboración de informes no financieros que puede ir mucho más allá, mostrando a las empresas las expectativas de sus grupos de interés y proporcionando pautas para su satisfacción. Las empresas deben entender esta materialidad no exclusivamente con el fin del reporting no financiero, sino como una ocasión para la escucha activa de los grupos de interés desde la inteligencia social. Porque esta escucha es clave para la resiliencia de la empresa solo si se gestiona de modo estratégico y se integra en el Plan estratégico y en el Plan de Comunicación.
Y esto se logra aportando al modelo estándar de reporte un valor añadido a través de esta inteligencia social, basada tanto en formatos cualitativos como cuantitativos. E integrando la materialidad en la estrategia de negocio. De esa manera, estaremos preparando nuestras empresas para ese día de mañana en el que nos levantaremos con otra certidumbre: que esto se va a acabar.
La narrativa que suma
La comunicación y difusión de estos informes es otro elemento fundamental. En muchas ocasiones nos topamos con informes excesivamente largos y farragosos, por lo que uno de los grandes retos es hacerlos accesibles y atractivos. La información que contienen estos documentos es especialmente valiosa y por eso debe ir acompañada de una buena redacción, un buen diseño y un buen plan de difusión, tres elementos que en ningún caso están reñidos con el rigor. También es importante considerar los canales y los receptores para saber dirigirnos a ellos. No olvidemos que un informe de sostenibilidad es una herramienta de comunicación y sin esa combinación de elementos es difícil que logre su propósito.
Poner en valor los esfuerzos realizados eleva el discurso y, en paralelo, la ambición, y anima además a otras empresas a sumarse a las buenas prácticas, como recoge la Agenda 2030 y la propia Directiva 2014/95.
¿Cómo abordarlo? En 21gramos ayudamos a las empresas a comunicar con eficacia su desempeño en sostenibilidad, les proporcionamos metodologías y procedimientos contrastados y gestionamos el proyecto con la visión 360 necesaria en un proyecto que es en sí 360, que se dirige a todos los grupos de interés, que persigue integrar, dar forma y generar una coherencia entre materias sociales, laborales, ambientales, económicas y de gobierno, mostrando el verdadero propósito que está detrás, mostrando no solo lo que cada empresa hace, sino cómo lo hace, porqué lo hace y quién y para quién lo hace.
Si estás dispuesto a poner en valor la información no financiera en tu empresa, si sigues teniendo dudas o si quieres que un equipo de consultores de 21gramos atiendan tu caso personalmente, escríbenos a hola@21gramos.net